Strongyloides es un nematodo capaz de realizar ciclos de autoinfección dentro del huésped humano, que perpetúan una infección crónica que puede pasar desapercibida1. El paso de las larvas a través de los pulmones puede producir manifestaciones como tos, disnea o sibilancias1-3; siendo el síndrome de Loëffler la expresión más característica, casi siempre subclínica. Sin embargo, cuando existen alteraciones inmunitarias los ciclos se aceleran, e incluso el parásito se puede diseminar hacia otros órganos, alcanzando una mortalidad de hasta el 87%4. Presentamos un caso de infestación por Strongyloides stercolaris con afectación pulmonar grave.
Varón de 84 años, fumador activo con un consumo acumulado de 60 paquetes-años, hipertenso, gastrectomizado 7 años antes por neoplasia gástrica, y reintervenido por absceso en bazo que requirió esplenectomía. Había trabajado como agricultor, regando el campo descalzo ocasionalmente. Consulta por un cuadro de 5 meses de evolución con astenia, disfagia, febrícula, anorexia y pérdida de peso. Ingresó en otro centro 14 días con el diagnóstico de neumonía, siendo tratado con ertapenem, clindamicina, corticoides y broncodilatadores. 7 días tras el alta es traído a nuestro hospital ante deterioro progresivo. A la exploración física presentaba caquexia, crepitantes en hemitórax izquierdo y abdomen ligeramente doloroso a la palpación. En la analítica destacaba aumento de reactantes de fase aguda, sin eosinofilia. La tomografía axial computarizada mostró una consolidación en lóbulo superior izquierdo, con áreas de cavitación de paredes irregulares (fig. 1A) y marcada dilatación de asas de intestino delgado. El paciente fue tratado con piperacilina-tazobactam y amikacina sin obtener mejoría. Se realizó fibrobroncoscopia, en la que se observó una secreción fluida verdosa, con larvas filariformes de Strongyloides stercoralis en la citología del broncoaspirado (fig. 1B). Ante el diagnóstico de infestación pulmonar se añadió albendazol e ivermectina. No obstante, se produjo un empeoramiento progresivo, y el paciente falleció a los 26 días.
Las larvas filariformes de Strongyloides stercoralis penetran por la piel, acceden por el sistema venoso a cavidades derechas cardíacas, y de estas a los pulmones. A través de la glotis pasan al aparato digestivo donde depositan huevos y liberan larvas rabditiformes no infectantes5. Estas pueden transformarse en filariformes invasoras durante los ciclos de autoinfección penetrando la mucosa intestinal para completar el ciclo5, produciendo ulceraciones que favorecen bacteriemias. En la infestación pulmonar, las larvas infiltran los espacios alveolares y vasculares con evolución a neumonitis intersticial difusa hemorrágica, distrés respiratorio del adulto o neumonía lobar como en el caso presentado2,3.
Nuestro paciente trabajaba descalzo en el campo, lo que explicaría la puerta de entrada, mientras que diferentes factores pudieron precipitar la infestación: gastrectomía con la consiguiente aclorhidria, ausencia de bazo, desnutrición y tratamiento con corticosteroides1–4. Cabe destacar que la parasitosis por Strongyloides stercoralis no es únicamente exótica, sino que es endémica en la costa mediterránea2, con la prevalencia más alta en agricultores de ciertas comarcas. Sería razonable la detección de larvas en situaciones de riesgo, sobre todo antes de iniciar terapias inmunosupresoras, para prevenir la diseminación y la mortalidad por esta enfermedad1,3,4.
Al Servicio de Anatomía Patológica del Hospital Clínico Universitario de Valencia, por su disposición y colaboración.