Caminante, son tus huellas el camino y nada más; caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Antonio Machado (Cantares)

Dejen que me despida con unos versos de Machado. Siempre los tuve presentes, siempre fueron mi guía, siempre los recordé, aun en los momentos iniciales. Ahora, después de largas jornadas, después de meses y años de dirigir nuestra revista, quiero plasmarlos por escrito. Nada mejor que mirar por un instante hacia atrás para ver la labor realizada. En el paso del tiempo queda la actuación de los predecesores, la siembra de un laborioso trabajo para participar en el Science Citation Index, los primeros “factores de impacto”, la participación internacional (especialmente en América Latina) y la edición inglesa, los números monográficos, las reuniones de los martes con el equipo editorial, las penurias científicas y económicas, las colaboraciones con otras revistas de la empresa, los antiguos y los nuevos editores, tantas y tantas horas de charlas y discusiones…

Y con el tiempo las personas. Haber conocido y tratado a José Antonio Dotú, un caballero de la edición; a Javier Ruiz, un maestro del bien hacer; a Josep Lluís Segú y a Antonio Gasull, siempre atentos a las novedades; a Joan Juan y José Alonso, responsables directos de la nueva época “Elsevier” y amigos del día a día; a Ana Lorén y Antoni Donate (¿para cuándo aumentan la familia?); a José A. Mena, atención, amabilidad y bien hacer ejemplares; a Enric Brotons, siempre a la búsqueda del nuevo cliente. Y a mis directores previos, con los que tuve la fortuna de colaborar: Federico Manresa, Juan Ruiz, Miguel Perpiñá; a mis colegas de la edición: J. Luis Álvarez-Sala, César Picado, José M. Marín. Y a Mary Ellen Kerans, con la que tengo aún la fortuna de compartir la corrección y la adaptación inglesa.

Sirva también mi más profunda gratitud para las personas que han compartido conmigo este último periodo. Me refiero a Toni (Xaubet), a Fran (García Río) y a Esther (Barreiro). Amigos auténticos, de los que ya no quedan, de los que se forjan con el trato cercano, con el constante intercambio de ideas y de proyectos, con el objetivo común de nuestra querida “ Archivos ”.

Preguntaba un sacerdote y poeta catalán del siglo xvii (mala cosecha de literatos), en boca de un aprendiz de monaguillo: «¿De dónde vienes, hacia dónde vas, cómo te llamas y a quién perteneces?». Puedo plantear también estas preguntas a Archivos de Bronconeumología. La respuesta a las dos últimas es muy fácil: el nombre, aunque largo, ostentoso y nada práctico, no vamos a cambiarlo (el precio sería muy alto) y, además, el niño tiene padre y madre (sus dueños y tutores). El de dónde vienes también es muy claro: procedemos de una noche interminable que finalmente alcanzó un embarazo a término, con un alumbramiento luminoso (nuestra entrada triunfal en las plataformas de citación internacional). La historia detallada ha sido ya contada, incluso en números extraordinarios. Y ¿hacia dónde vamos?: vamos hacia un futuro esplendoroso, donde a los guarismos siempre interesantes de la cuantificación del impacto de publicación deberán sumarse la calidad de lo publicado, la presencia nacional e internacionalmente reconocida y el aprecio de toda la neumología de habla hispana. Ojalá veamos pronto aquel día en el que, independientemente del “factor de impacto”, disfrutemos del artículo escrito por su verdadero impacto clínico o por la trascendencia de los datos presentados.

Finalmente, mi adiós sincero, mi hasta siempre y mi deseo de seguir colaborando en las cuestiones que SEPAR tenga a bien plantearme. Sólo un último deseo: que las personas que sigan al frente de la revista dispongan de toda la colaboración que yo mismo tuve la fortuna de encontrar en todos ustedes, los verdaderos artífices de que Archivos de Bronconeumología siga siendo la mejor revista neumológica publicada en castellano.