En su artículo, Deslee et al. demuestran que el uso de espirales metálicas (coils) para realizar reducción de volumen pulmonar (RVP) es factible, seguro y eficaz1. Según su estudio, el 5,2% de los pacientes desarrolló neumonía en los 30 días siguientes al tratamiento, si bien se había excluido a aquellos con infección respiratoria clínicamente significativa recurrente.
Ya se han descrito las indicaciones de las espirales o coils para la RVP2–4, pero todavía quedan por determinar las contraindicaciones y los factores de riesgo asociados a las complicaciones, como la neumonía postoperatoria. Esto es especialmente importante para los pacientes con reserva respiratoria limitada ya que, en su caso, las complicaciones infecciosas son potencialmente mortales.
Planteamos el caso de una mujer de 69 años con EPOC en fase IV (FEV1 24% del valor previsto y volumen residual 244% del valor previsto) asociada a disnea grave y 1-2 exacerbaciones al año. La paciente volvió a desarrollar disnea y limitación funcional a pesar de haberse sometido a una cirugía de RVP previa del lóbulo superior derecho y estar recibiendo tratamiento farmacológico a intensidad máxima. No presentaba hipertensión pulmonar y los estudios de imagen mostraron un enfisema heterogéneo de predominio apical. Se consideró que repetir la cirugía de RVP conllevaba grandes riesgos de sufrir complicaciones. Tres meses antes de colocar las espirales para la RVP, se diagnosticó el inicio de una exacerbación por Pseudomonas aeruginosa (P. aeruginosa). Se trató con meropenem y se obtuvo mejoría clínica y cultivo de esputo negativo.
Se colocaron nueve espirales en el lóbulo superior izquierdo mediante RVP endoscópica sin que se produjeran complicaciones inmediatas. No hubo secreciones, el cultivo de las aspiraciones bronquiales fue estéril y no se administró profilaxis con antibióticos. La paciente empezó a presentar fiebre y tos dos semanas más tarde y la disnea empeoró. Los análisis revelaron neutrofilia y altas concentraciones de proteína C-reactiva y la radiografía torácica mostró nuevas infiltraciones alveolares en el lóbulo inferior izquierdo, por lo que se le administraron piperacilina y tazobactam a la espera de los resultados del cultivo de esputo. Fue necesario iniciar ventilación mecánica porque la paciente sufrió shock séptico y se observó que la infiltración alveolar se había extendido. Los cultivos de esputo dieron positivo para P. aeruginosa y Aspergillus fumigatus, por lo que se decidió administrar meropenem y voriconazol y se redefinió el diagnóstico como shock séptico causado por neumonía por P. aeruginosa y probable aspergilosis pulmonar semiinvasiva. La evolución clínica fue favorable y se le pudo dar el alta hospitalaria a los dos meses.
Tal y como se observa en este caso, y al igual que indica el estudio de Deslee et al., el uso de espirales para realizar RVP podría asociarse a neumonía grave. Los especialistas deberían ser conscientes de este riesgo y valorar la administración de tratamiento profiláctico con antibióticos, al menos en el subgrupo de pacientes con colonizaciones o infecciones previas por bacterias patógenas. El aumento progresivo del uso de espirales para la RVP podría posibilitar en un futuro una mejor definición de la relación riesgo-beneficio de la intervención, proporcionando mayor comprensión de sus complicaciones infecciosas.
FinanciaciónNo se ha precisado financiación.
Conflicto de interesesLos autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.