En 2009, mi sorpresa ante la gran cantidad de comportamientos poco éticos descubiertos durante mis primeros 4 años como editor jefe de CHEST1 me llevó a comentar acerca del papel de la declaración de los conflictos de interés y la conducta poco ética en la diseminación de la ciencia. Se estableció que sólo una pequeña parte del comportamiento inapropiado era intencionado, mientras que la gran mayoría se consideraba involuntario, puesto que a los autores no les resultaba obvio que habían procedido de forma poco ética. Al repasar la bibliografía sobre el tema antes de redactar el artículo, quedó claro que lo que estábamos descubriendo no era ninguna novedad.2 Aun así, pensé que era importante que escribiera este comentario para sumar mi voz a la de otros que habían intentado restablecer la confianza del público en la investigación. Dicha confianza se había visto mermada por la percepción de que se habían deteriorado la lealtad y la honestidad profesionales de la industria farmacéutica y de productos sanitarios, los investigadores, los editores y las revistas, así como del personal clínico.1
Ahora, 5 años más tarde, es evidente que se tiene más conciencia del problema de la conducta científica inapropiada y esta situación ha mejorado. Por ejemplo, los requisitos para registrar un ensayo y los requerimientos de la U.S. Food and Drug Administraton (FDA) han cambiado y son ahora mucho más rigurosos.3,4 La plataforma Pharmaceutical Research Manufacturers of America (PhRMA, que representa a los principales investigadores biofarmacéuticos y empresas biotecnológicas de los EE.UU.) se ha actualizado y presenta con mayor rigor y transparencia los principios que deben regir los ensayos clínicos y la comunicación de resultados.5 Además, cada vez más publicaciones emplean software para descubrir casos de plagio6 y manipulación de imágenes,7 y la obligación de notificar conflictos de interés por parte de los autores es ahora la norma. No obstante, a pesar de la mayor sensibilización ante el problema y del aumento y la variedad de salvaguardas impuestas, seguimos observando cuestiones que los autores deberían evitar. Se podrían clasificar como errores de poca importancia, errores algo más serios y errores que se deben evitar a toda costa.
Los errores de poca importancia (tabla 1) son los que pueden resultar ofensivos para los revisores y editores. Aunque no conllevan necesariamente el rechazo del artículo, pueden reducir las posibilidades de conseguir una revisión favorable o una segunda oportunidad en caso de duda. Estos errores también equivalen a no usar el sentido común. Por ejemplo, no se deberían ignorar las útiles sugerencias de los revisores de la publicación que acaba de rechazar el artículo antes de enviarlo a otro sitio, ya que quienes lo revisen de nuevo para otra publicación podrían ser los mismos. La mayoría de los revisores dedican mucho tiempo y esfuerzo a revisar los artículos, por lo que ignorar flagrantemente sus sugerencias posiblemente les hará sentir que se han socavado sus esfuerzos por ayudar al autor a presentar un artículo de máxima calidad y, en última instancia, se verán insultados. Los autores y revisores no suelen entender que hay ocasiones en las que animamos a los revisores a echar otro vistazo más a un artículo que ya han revisado para otra publicación. Esto se debe a distintos motivos, como que 1) el revisor podría haber recomendado la aceptación del artículo en la otra publicación, pero alguien decidió lo contrario; 2) él o ella puede ser uno de los pocos revisores especializados en ese área de investigación en concreto (hay muy pocos expertos en algunas áreas); o 3) que posiblemente la única forma que tengamos de detectar irregularidades sutiles u obvias sea que el mismo revisor repase de nuevo el artículo (p. ej. que el diseño o los resultados de la investigación cambien por completo en un plazo de 2 semanas). Por desgracia, hemos visto un ejemplo de este último caso. Si sabemos que un revisor ya ha examinado previamente un artículo para otra publicación, sus comentarios no son los únicos a los que recurrimos, porque siempre invitamos a otros revisores. Otros errores menores serían: no abordar por completo, de una u otra forma, todas las sugerencias de los revisores y la publicación; citar al editor de la publicación como revisor no deseado (p. ej. a mí me citaron como revisor no deseado para un artículo sobre tos enviado a CHEST); tomarse el rechazo del artículo como algo personal y enviar respuesta por correo electrónico a la carta de decisión, con la opción “a todos” los destinatarios, diciendo cosas muy negativas sobre el editor y sin darse cuenta de que el propio editor también recibe una copia. Otro error más sería rechazar constantemente las invitaciones a revisar artículos para la publicación a la que se suelen enviar artículos propios. Esto causa la impresión de que el autor se siente demasiado importante como para ayudar a otro investigador a perfeccionar su trabajo o a orientar a un autor con menos experiencia en su desarrollo profesional.
Ejemplos de errores que se deben evitar*
Errores de poca importancia |
• Ignorar las útiles sugerencias de los revisores de la publicación que acaba de rechazar el artículo antes de enviarlo a otra revista |
• No abordar todas las sugerencias de los revisores y la publicación |
• Citar al editor de la revista como revisor no preferente |
• Tomarse el rechazo del artículo como algo personal y responder a la carta de decisión por correo electrónico marcando “responder a todos” con comentarios muy negativos sobre el editor |
• Rechazar constantemente las invitaciones a revisar artículos de una publicación a la que se suelen enviar artículos para publicar |
Errores de naturaleza potencialmente más grave |
• Publicación duplicada |
• Participar en ensayos en los que el patrocinador no permite al autor acceder a los resultados y en los que se precisa su aprobación para publicar |
• Modificar instrumentos validados sin permiso ni revalidarlos y emplearlos en ensayos clínicos |
Errores que deben evitarse a toda costa |
• Falsificar resultados (p. ej. manipular imágenes) |
• Mentir sobre la aprobación de la Junta Institucional de Revisión |
• Plagio y autoplagio |
• Recurrir a escritores fantasma, autores fantasma o autores honorarios |
• Participar deliberadamente en ensayos con sesgos de diseño o publicación |
Entre los errores potencialmente más graves (tabla 1), nos encontramos aquellos que no sólo conllevan el rechazo del artículo, sino también situaciones vergonzosas o peores (p. ej. retirada del artículo de PubMed). En esta categoría se incluyen las publicaciones duplicadas, la participación en ensayos en los que el patrocinador no permite al autor acceder a los resultados o en los que se precisa su aprobación para publicar, así como modificar instrumentos validados sin permiso o revalidación y usarlos en ensayos clínicos. En este último ejemplo, se estarían publicando resultados obtenidos con el instrumento modificado, asumiendo que tiene las mismas propiedades psicométricas que el original. Esto sería presentación engañosa, al igual que escribir un artículo duplicado, y en ambos casos estamos ante una falta de ética. Un artículo duplicado suele consistir en la publicación simultánea o consecutiva de los principales elementos (o más) de un artículo dos veces o más en uno o más formatos (p. ej. en papel o electrónico). En concreto, supone un solapamiento importante de uno o más elementos del artículo, como tablas, gráficos, discusión o incluso cartas al editor.2 La naturaleza poco ética de un artículo duplicado es especialmente escandalosa cuando no se hace referencia al informe original.
Los errores que se deben evitar a toda costa (tabla 1) son los que se definen como falta intencionada de ética científica. Algunos ejemplos serían falsificar los resultados (p. ej. manipular imágenes) o mentir sobre haber recibido la aprobación de la Junta Institucional de Revisión; el plagio y el auto-plagio; recurrir a escritores fantasma, autores fantasma y autores honorarios; y participar a sabiendas en ensayos con sesgos de diseño o publicación. Si los ensayos están diseñados con alta probabilidad de arrojar resultados positivos, se trata de un sesgo de diseño.1 Dichos ensayos no son éticos porque no son coherentes con el principio de equilibrio o incertidumbre, un principio ético fundamental de la investigación clínica. Un sujeto no debe participar en un estudio comparativo aleatorizado de fase III a no ser que exista verdadera incertidumbre sobre qué grupo de estudio resultará más/menos beneficioso. Los sesgos de publicación se producen cuando los patrocinadores evitan que se publiquen estudios desfavorables para sus productos o solo informan sobre los estudios favorables.1 Como los participantes de los estudios lo hacen para el beneficio de la sociedad y la ciencia médica, y los estudios negativos ahondan en los conocimientos médicos, no presentar los estudios negativos a publicación es un comportamiento poco ético.
Para aumentar el éxito de los autores a la hora de publicar artículos médicos, hay una serie de errores que se debe procurar evitar. Aunque algunos son de poca importancia, otros son más graves y pueden suponer el rechazo del artículo y situaciones comprometidas. Hay otros errores que son tan graves que deben evitarse a toda costa, ya que de lo contrario no sólo socavarían la integridad de la investigación y la confianza pública, sino que también arruinarían la reputación y la carrera del autor.
Conflicto de interesesEl Dr. Irwin declara que es editor jefe de CHEST, pero no tiene ningún conflicto de interés financiero ni intelectual en relación con el contenido de este artículo de fondo ni su obra.