He leído con atención el artículo de Jurado Gámez et al.1 en el que sugieren que el control domiciliario precoz no disminuye la tasa de reingresos durante el primer mes en los pacientes dados de alta por una agudización de su EPOC. Estos resultados pueden resultar descorazonadores, pues nos hallamos ante una patología altamente prevalente y consumidora de recursos hospitalarios.
Sin embargo, me gustaría destacar que el pequeño tamaño de la muestra analizada por los autores no permite excluir un error de tipo beta: afirmar que no hay diferencias entre los grupos cuando en realidad sí existen. Así, usando los datos proporcionados por los autores, la diferencia entre un 16% de reingresos en el grupo intervención y el 20% en el grupo control arroja una OR de ingreso en los pacientes con intervención de 0,74, si bien su intervalo de confianza del 95% (de 0,21 a 2,62) es demasiado amplio para ser estadísticamente significativo. Además, ni siquiera es posible considerar consistente el modelo multivariante desarrollado por los autores para determinar el perfil del paciente con mayor riesgo de reingresar, pues 12 eventos (hospitalizaciones) son claramente insuficientes para realizar una aproximación con dicho modelo. En cualquier caso, teniendo en cuenta estas apreciaciones y la gravedad de los pacientes incluidos (más del 50% con grados GOLD 3 y 4; con pO2 media al alta de 51mmHg), esta es una vía que no debe considerarse cerrada con los resultados de este estudio.
En este mismo sentido, creo que sería muy interesante explorar no solo la forma de evitar ingresos en estos pacientes, sino también consultas en urgencias. Este es un aspecto que el trabajo de Jurado Gámez et al. no explora. Los servicios de urgencias en España sufren frecuentemente sobresaturación2 y los pacientes que a ellos acuden esperas excesivas, tanto para ser atendidos como para posteriormente obtener una cama de hospitalización sieésta es precisa. Todo esto lleva implícito problemas incuestionables de seguridad clínica3,4. En esta situación, las decisiones en urgencias, especialmente si estas son dar de alta a los pacientes, no siempre son acertadas y entrañan riesgos que debieran evitarse. Sin duda sería muy conveniente comprobar si programas de control postalta de urgencias, similares a los que los autores han testado postalta hospitalaria, pueden añadir valor a la atención en urgencias a la vez que minimizar el riesgo de reconsulta a urgencias y/o el ingreso hospitalario, ambos marcadores de calidad reconocidos en la atención a pacientes con EPOC5 y en la dispensación de la atención médica urgente3.