La enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) es una causa importante de morbimortalidad en todo el mundo y está asociada con una carga socioeconómica significativa, que se prevé que aumente en las próximas décadas debido a la exposición continua a factores de riesgo y al envejecimiento de la población. Los síntomas más comunes que experimentan las personas con esta enfermedad son disnea, tos y producción crónica de esputo1. Adicionalmente, en estudios recientes se ha señalado que el dolor también es un síntoma importante en estos pacientes, con una prevalencia que oscila entre el 21 y el 82% de los casos2.
El dolor es más frecuente y grave en los sujetos con EPOC en comparación con los adultos sanos3. Entre los mecanismos potenciales que pueden causar, contribuir o mantener este síntoma en las personas con EPOC se encuentran los siguientes: limitaciones mecánicas del movimiento de la pared torácica como consecuencia de la hiperinsuflación, alteraciones musculoesqueléticas, desviaciones posturales, osteoporosis, fracturas por compresión, deformaciones vertebrales, artropatía costovertebral, efectos secundarios del uso prolongado de esteroides, presencia de algunas comorbilidades, como la ansiedad o la depresión, y determinadas características individuales, como el sexo y los factores socioeconómicos2.
Se ha descrito que el dolor lumbar es la localización más común de este síntoma en los pacientes con EPOC, siendo las afecciones musculoesqueléticas su etiología más frecuente3. No obstante, otros autores han descrito que el cuello, el tronco y las extremidades inferiores son también ubicaciones frecuentes en estos enfermos2,4. Aunque la migraña ha sido menos estudiada, en estudios previos se ha confirmado su asociación con la EPOC3. La combinación de hipoxemia, hipercapnia y trastornos del sueño podría influir en la aparición de migraña en estos enfermos5.
En un estudio reciente se ha puesto de manifiesto la influencia de la edad, el sexo, la presión arterial y la obesidad en algunos tipos de dolor sufridos por los pacientes con EPOC3. Rustøen et al.6 también encontraron que una menor edad y el sexo femenino, en asociación con otros factores como un menor nivel educacional, el hecho de vivir en soledad y el desempleo, se asocian a la existencia de dolor crónico. Por otra parte, se ha descrito que el dolor crónico es más común en mujeres que en hombres, registrando además las primeras una mayor intensidad de dolor. Entre los motivos que pueden justificar esta diferencia y que están avalados por la evidencia se incluyen factores neuroinmunológicos, hormonales, genéticos y psicosociales7. Además, se ha cuestionado si los hombres y las mujeres construyen diferentes significados acerca del dolor, lo que puede influir en su forma de relatar su experiencia sobre este síntoma8.
La hipertensión arterial también se ha relacionado con la aparición de dolor lumbar crónico y migraña en los pacientes con EPOC. Los posibles mecanismos que pueden explicar esta relación incluyen la hiperactividad del sistema nervioso simpático, la hipersensibilidad a los barorreceptores y la inhibición α-2 adrenérgica3.
La relación entre el índice de masa corporal y algunos tipos de dolor ha quedado establecida en algunos estudios3. En este sentido, Borge et al.9 encontraron que las personas con EPOC que experimentan dolor tienen un índice de masa corporal más alto que aquellas sin dolor. Se ha evidenciado que la obesidad aumenta la prevalencia de dolor al acompañarse de una elevación de los marcadores inflamatorios y al incrementar el riesgo de osteoartritis y dolor lumbar10. Además, el dolor también podría aumentar el riesgo de obesidad a través de la reducción de la actividad física o los cambios hormonales3.
Una mayor intensidad del dolor en los pacientes con EPOC se ha asociado con un aumento de la disnea, una disminución de la capacidad de ejercicio, una peor calidad de vida y una mayor cantidad de comorbilidades específicas3. De hecho, a los pacientes con EPOC y dolor se les prescribe con más frecuencia un tratamiento con agonistas β-2 adrenérgicos de acción corta y esteroides orales en comparación con aquellos sin dolor11. El dolor puede además contribuir al deterioro clínico de estos enfermos e interferir en sus actividades de la vida diaria, lo que puede explicar en parte las puntuaciones más bajas observadas en el componente físico de los cuestionarios de calidad de vida relacionados con la salud12. De esta forma, un círculo vicioso de dolor, disnea, trastornos del sueño, ansiedad y depresión puede ejercer efectos negativos en la calidad de vida de los pacientes con EPOC3.
En un estudio reciente se ha puesto de manifiesto que más del 50% de los pacientes con EPOC han tomado medicamentos para el dolor durante el último mes3. Roberts et al.13 también demostraron que los pacientes con EPOC tienen una utilización sustancialmente mayor de analgésicos y procedimientos relacionados con el dolor que aquellos con muchas otras enfermedades crónicas. Además, los datos de prescripción de pacientes ambulatorios apuntan a que muchos sujetos con EPOC usan analgésicos opioides a largo plazo, aunque no está claro si este uso está relacionado con la disnea refractaria o el control del dolor14. Por otra parte, se ha evidenciado que los costes médicos directos totales son más del doble entre los pacientes con EPOC con dolor crónico en comparación con aquellos que padecen la enfermedad pero no presentan este síntoma15.
Como ha podido apreciarse, el dolor crónico es común entre los pacientes con EPOC y ejerce un impacto negativo sobre el grado de disnea, la actividad física, el estado de ánimo y la calidad de vida de estos enfermos2. Entre las causas más frecuentes, y que, por lo tanto, pueden tener una mayor repercusión clínica, se encuentran las musculoesqueléticas, que afectan con frecuencia a la zona lumbar, como se ha descrito con anterioridad. Tanto el reconocimiento como el tratamiento adecuado de este síntoma son elementos importantes en la práctica clínica. De este modo, la valoración del dolor debería incorporarse a la evaluación integral de los síntomas, dentro de la atención clínica de los pacientes con EPOC.
A pesar de ello, en pocas guías de práctica clínica de manejo de esta enfermedad se aborda dicho síntoma. Además, cuando se menciona el dolor, suele ser en el contexto de reacciones adversas a fármacos específicos. Por otra parte, las que proporcionan recomendaciones o estrategias en torno a la evaluación de este síntoma, generalmente se refieren a un diagnóstico diferencial o a su manejo en situaciones de EPOC avanzada o cuidados paliativos2.
Estos hallazgos abren nuevas perspectivas en el abordaje clínico de los pacientes con EPOC. Al menos desde el punto de vista de su prevalencia, en la actualidad hay pruebas suficientes para justificar la inclusión del dolor crónico en las guías de práctica clínica de manejo de la EPOC2.