La momificación del tejido pulmonar no es infrecuente debido a 2 características intrínsecas: por un lado, escasas células epiteliales que contienen gran cantidad de lisosomas ricos en hidrolasas relacionadas con el proceso de putrefacción y, por otro, una superficie de desecación muy grande por la presencia de zonas aireadas1. No obstante, pocas veces aparece estructurado.
Presentamos una momia copta (s. VIII-IX) del yacimiento de Qarara (Egipto Medio). Se trata de un individuo varón entre 25-35 años («Moses»-Q.445-2012).
La momia presentaba buen estado de conservación. Cuidadosamente, se practicó la apertura del vendaje. Seguidamente se efectuó un corte longitudinal en la zona lateral. Al abrir en bloque el tejido cutáneo, se encontraron varias estructuras en el tórax. En el hemitórax derecho se halló una estructura bullosa de coloración parduzca con una estructura tubular adherida (¿vena cava?), ambas de consistencia extremadamente frágil, y se pudo ver una formación más clara a nivel del mediastino superior. Otra formación fibrosa laminar adherida a zona costal del hemitórax izquierdo correspondería a restos de pleura. En el límite inferior se observó una formación dura compatible con el diafragma. A diferencia de otros casos2 no se evidenciaron restos estructurados del corazón. El pulmón presentaba un aspecto más parduzco y oscuro del habitual, por lo que se pensó pudiera ser patológico, como se evidenció posteriormente. Enfermedades pulmonares en momias aparecen desde periodos muy antiguos: neumonía y empiema (Chinchorro, Chile, 2000 a. C.), enfisema en momias chilenas (Cabuza, 450-1000 d. C.), cuerpos extraños en vías respiratorias como musgo en una momia ártica (400 d. C.) y un diente endobronquial en una niña de Chile y tuberculosis. La tuberculosis se ha podido demostrar tras el hallazgo del complejo de Ghon (momia andina, 1000 d. C.), tinción de bacilos ácido-alcohol resistentes y, desde 1994, el aislamiento del DNA de M. tuberculosis (fig. 1).