El pasado 26 de marzo falleció José Toledo González y, al día siguiente, su familia, sus compañeros de trabajo, y muchos amigos le despedimos en el último viaje, en una sentida ceremonia. Lamentablemente, durante los últimos años, desde su cese en el hospital por problemas físicos, su vida había estado limitada al abandonar su querido trabajo y tener que reducir su vida de relación que tan feliz le hacía. De todos modos sabíamos que Pepe estaba allí y siempre podíamos contactar con él y disfrutar de su compañía. Ahora todo acabó para él, quedándonos nosotros con su entrañable recuerdo.
Mi relación con Pepe Toledo ha sido intensa y continuada desde noviembre de 1973, cuando ambos acabábamos de conseguir plazas de Jefe de Sección en el Hospital 12 de Octubre. Desde entonces la colaboración entre nuestros dos grupos de trabajo a lo largo de más de 30 años ha demostrado ser firme, sincera y entusiasta, y ha resultado de gran rentabilidad asistencial y académica. Una de nuestras más importantes actividades comunes ha sido la “Sesión de Cirugía de tórax”, todos los miércoles, a las 8 y media de la mañana, en su pequeña e inconfortable aula, llena siempre de cirujanos y neumólogos, además de radiólogos, patólogos, oncólogos, radioterapeutas, etc. En aquellas sesiones, con un cierto ritual de Pepe Toledo, ceremonioso como él era, además de moderar respetuosamente la discusión, ayudaba a resolver del mejor modo posible los problemas de los pacientes. En esos momentos de planteamiento teórico de soluciones y, desde luego, en los momentos de su materialización en el quirófano, se ponía en evidencia su formidable experiencia; la opinión de los cirujanos que le veían operar era la de un proceder seguro, brillante, elegante, imaginativo y resolutivo en los momentos críticos. Fue siempre muy considerado, con educación exquisita, con todos los miembros del grupo, desde sus más inmediatos, hasta el último residente, lo mismo que con todo el personal de enfermería. Ejerció un indiscutible magisterio con sus compañeros, con nosotros los neumólogos, o con todas las personas que mantenían contacto con su especialidad; igualmente mostró siempre una gran proximidad con sus alumnos de 4o curso de la licenciatura. La respetuosa consideración en el trato con los enfermos, ayudándoles en la solución de sus problemas, revertía finalmente en el afecto que todos ellos le demostraban al alta del hospital y en las revisiones posteriores.
El Dr. Toledo fue muy amante de su tierra y decía que “ser siempre canario en ejercicio, ejercer de canario, no es una actividad limitante ni debe ser una actitud excluyente. Muy al contrario, el canario ha sido y es tocado por el privilegio de la universalidad, quizás por su condición de insular, por aprendizaje o por tradición”. Y siguiendo esta línea, salió de su tierra para estudiar Medicina en Cádiz, después en Madrid y posteriormente en el Reino Unido; a su vuelta trabajó en la Fundación Jiménez Díaz y en el Sanatorio Antituberculoso de Cantoblanco; finalmente trabajó durante 30 años en el Hospital 12 de Octubre. Creo que su formación inglesa marcó profundamente la aproximación al trabajo, haciéndolo fundamentalmente pragmático. Organizó y dirigió uno de los más prestigiosos centros españoles en Cirugía torácica, y en su Servicio se realizaron varios Cursos con máximas figuras de esta rama de la cirugía, como los profesores Grillo, Martini, Pearson, Milano y Butchart, habiéndose publicado múltiples trabajos en las revistas de la especialidad, nacionales y extranjeras. En su trabajo fueron temas de muy especial relevancia los de la cirugía broncoplástica de tumores bronquiales, como el carcinoide, la cirugía de la miastenia y la mediastinoscopia como técnica diagnóstica en el carcinoma broncogénico; sobre esta técnica se ha reunido una gran experiencia y sobre ella se han hecho repetidas revisiones que por su gran volumen, por su previa protocolización, por la excelente calidad de su realización y por su exhaustiva recogida y análisis estadístico, son realmente únicas, y de absoluta referencia. El Servicio que él creó ha seguido brillantemente el impulso que él le dio y ha sido para él una gran satisfacción conocer los recientes éxitos en el campo del trasplante de pulmón.
Su paso por la Presidencia de SEPAR ha dejado profunda huella: durante su mandato se aprobaron unos nuevos Estatutos de la Sociedad, se validó a partir de entonces el voto por correo, se creó la Fundación Española de Patología Respiratoria, se cambió la sede, todo lo cual, y visto ahora con perspectiva de años, sirvió para acelerar el desarrollo organizativo de SEPAR, propiciando su actual y espléndida situación, tanto con vistas a la propia Sociedad y sus integrantes, como a la “sociedad” en general, a los ciudadanos que como enfermos actuales o futuros, se benefician ya o se podrán beneficiar en el futuro, de su progreso científico. Tuvo la Presidencia en dos mandatos (1986–88 y 1989–90), aceptando la propuesta al segundo, exclusivamente por servicio a SEPAR, según me consta, porque fui testigo de su decisión en una conversación junto al Dr. Coll Colomé.
La personalidad profesional se acompaña, con igual brillantez, con su otra personalidad, más íntima y particular, con su amplia cultura, su fértil ingenio, su gusto por la tertulia, la amistosa discusión y el inteligente comentario, y su amor a la poesía; su presencia, su voz, su hablar pausado sin estridencias, su elegante lenguaje habitual, se hacía realmente magnífico cuando recitaba. Fue una persona de un progresismo coherente, solidario, muy especialmente en defensa de la sanidad pública.
Su familia, Tere, y sus hijos, Marta, José, Íñigo y Guillermo, tuvieron la suerte de estar con él y de vivir con él, le apoyaron en su carrera profesional y, últimamente, le ayudaron en su enfermedad; ahora, tras su pérdida física, conservarán su recuerdo, con la gran enseñanza de su vida. SEPAR se suma, muy agradecida, a esos recuerdos, considerándole como uno de los principales protagonistas de su historia, como socio participativo y como Presidente que fue de la misma.