En los últimos años se han desarrollado modelos sanitarios para optimizar los cuidados y racionalizar el gasto de los pacientes con enfermedad respiratoria. La hospitalización a domicilio (HADO) y el alta precoz con supervisión (ESD), con frecuencia evaluados conjuntamente en metaanálisis, evitan ingresos y acortan la estancia media en pacientes seleccionados, con una calidad de cuidados recibidos similar a la proporcionada por la hospitalización convencional (HC) y asociado a una menor tasa de mortalidad y reingreso1–4. Además, facilitan el bienestar de los pacientes y reducen el riesgo de infección nosocomial5. Según un estudio reciente, la combinación de HADO y telemonitorización permitiría tratar en su domicilio a la mayoría de los pacientes con EPOC, disminuyendo las visitas a urgencias y reduciendo en un 60% el número de pacientes ingresados en HC4. HADO y ESD son seguras y eficaces no solo para el tratamiento de la EPOC agudizada, sino también para otros pacientes con sintomatología respiratoria, como la insuficiencia cardíaca descompensada6, las infecciones respiratorias en pacientes con enfermedad neuromuscular7 o el tromboembolismo pulmonar en pacientes hemodinámicamente estables8. Estudios realizados en diversos países con sistemas sanitarios distintos y diferentes estructuras organizativas de HAD/ESD coinciden en un menor coste de estas frente a la HC, incluso en pacientes de mayor edad, con exacerbaciones más graves o peor estado basal2–5,9. El grado de satisfacción, rapidez en la recuperación y calidad percibidas tanto por los cuidadores como por los pacientes tratados en régimen de HADO y ESD es elevado, manifestando un elevado porcentaje que esta modalidad de ingreso sería la preferida por ellos en futuras agudizaciones2–4,10.
Sin embargo, a pesar de que todo parecen ventajas y que son recomendadas por las guías clínicas como alternativa a la HC11–14, HADO/ESD son infrecuentemente elegidas como modalidad de ingreso. Dismore et al. identifican posibles causas en un estudio reciente10: las razones esgrimidas por los pacientes incluyen el temor a encontrarse solos durante la noche, el retraso en la atención médica en comparación con la HC en caso de complicaciones o la percepción de estigmatización que supondría el apoyo de servicios sociales; en otros casos, cuestiones de privacidad hacen que la presencia de extraños en su domicilio resulte inconveniente. Algunos pacientes consideran el ingreso en HC como una oportunidad de relacionarse con otra gente o de intentar el abandono del hábito tabáquico. Por otro lado, parece que los facultativos seguimos percibiendo la HC como más segura para el paciente, así como la oportunidad de proporcionar un descanso a los cuidadores en caso de claudicación familiar. La elaboración de protocolos de derivación con criterios claros y consensuados por todos los servicios implicados contribuiría sin duda a reducir la aparente desconfianza hacia esta modalidad asistencial, con las indudables ventajas que supone tanto para los pacientes/familiares como para el sistema sanitario.
Diferentes modelos y organización de HADO/ESD en cuanto a infraestructura, profesionales involucrados, número de visitas realizadas, soporte telefónico, acceso a servicios como rehabilitación o apoyo social han resultado eficientes siempre que se cumplan criterios de inclusión claros, se den determinadas condiciones sociosanitarias y se cuente con el apoyo de las familias. La atención compartida de los equipos de HADO con la atención primaria podría garantizar la continuidad asistencial, siempre y cuando se diferencie la atención de procesos agudos y las necesidades de atención de los enfermos crónicos, para evitar conflictos de competencias y no dar lugar a prestaciones que ya asuma la atención primaria.
Es nuestro turno.