Joseph Milic-Emili, «Milic», ha sido uno de los icónicos forjadores de la fisiología respiratoria que hemos estudiado desde nuestra universitaria juventud los que actualmente nos encontramos en ejercicio. Milic es representante de una era dorada de la investigación respiratoria que se prolongó desde John Hutchinson y dominó hasta la relativamente reciente irrupción de la biología celular y molecular y la inmunobiología. Es comprometido aventurar que era el último gran desarrollador de la fisiología respiratoria que quedaba entre nosotros, pero sí era seguramente de los últimos. El cuerpo de conocimiento y principios establecido durante dicha etapa tiene una actual traslación clínica respiratoria ampliamente más significativa que el descubrimiento de la estructura del ADN sin necesidad de que haya sido un itinerario salpicado de premios Nobel. Aflora casi en cada minuto de nuestra práctica clínica, muchas veces de forma no percibida. Las contribuciones de Milic están resumidas en una página in memoriam de la ERS1. Baste, por «picar» un ejemplo desde el torbellino de nuestras intensas vivencias recientes en la crisis COVID-19, que Milic estableció el fundamento por el cual la pronación de enfermos ventilados favorece el intercambio de gases.
Cinco veces investido doctor honoris causa incluyendo la Universidad de Kunming, China, tenía una profunda proyección de mundo. No consta que fuese miembro de SEPAR, pero tenía una suscripción personal a Archivos de Bronconeumología, cuyos números recibía puntualmente en su asentamiento institucional más reciente y prolongado, los Laboratorios Meakins-Christie de McGill University, Montreal, de los que fue director de 1979 a 1994. Extraía de su casilla de correo nuestra familiar revista con un gesto de orgullo y siempre algún comentario sobre su significación para él. Es recordado con profundo aprecio por numerosas facetas académicas y personales, pero destaca una inusual en el común de nosotros: «comediante». Era continuo humor mordaz y escenificado. Cercano a defender mi tesis doctoral, con inevitable expresión atribulada, me echó una mirada analítica con el ceño fruncido y concluyó: «Tienes facies examinandi». Y su estruendosa carcajada sigue sonando. Gracias por tanto, Milic.
FinanciaciónEste trabajo no ha recibido ningún tipo de financiación.