Le dirijo la presente, con relación al editorial «Año SEPAR por la calidad del aire. Papel de la SEPAR en favor del control del cambio climático»1, publicado en su revista.
En el citado editorial, firmado por Cabrera López et al., se hace referencia a que los neumólogos, y en general todos los profesionales implicados en la medicina respiratoria, tienen un compromiso ineludible con la salud de sus enfermos, y esta pasa por disminuir la huella de carbono del sector salud en la medida de lo posible, medida con la que todos estamos de acuerdo. Desde SEPAR se recomiendan acciones que mitiguen la huella de carbono desde un punto de vista personal y profesional y se compromete a liderar acciones dirigidas a la administración con el fin de conseguir un sistema sanitario más sostenible. Entre las recomendaciones de la SEPAR en favor del control del cambio climático, se incluye la de priorizar los dispositivos inhalados en polvo seco o niebla fina, si las necesidades del paciente lo permiten, frente a los MDI.
Los consensos, las guías y la evidencia vigentes en asma y EPOC indican que el uso insuficiente o incorrecto de la terapia inhalada se reconoce como la principal causa de falta de cumplimiento terapéutico y control en los pacientes con asma, y de persistencia de la sintomatología en aquellos con EPOC. Por otra parte, la terapia de rescate todavía supone más de la mitad de los inhaladores MDI dispensados en nuestro país, siendo un marcador de no control y de riesgo de morbimortalidad en el paciente asmático2–4.
La elección del inhalador es clave en el entorno de práctica clínica habitual, ya que los pacientes pueden tener deficiencias concretas (cognitivas, neuromusculares, gran limitación del flujo aéreo, etc.) o preferencias que les pueden dificultar o impedir utilizar de forma adecuada un determinado tipo de dispositivo de inhalación5,6.
Desde mi experiencia personal como médico de familia que trabaja en atención primaria, con un alto interés en el área respiratoria, todo lo anterior nos debería hacer reflexionar sobre el riesgo que supondría promover la priorización del tipo de inhaladores en pacientes asmáticos o con EPOC, si no se realiza fundamentalmente por razones clínicas y teniendo en cuenta las necesidades específicas de cada paciente.
Además, se debe tener en cuenta el esfuerzo formativo suplementario que supondría para los profesionales del SNS una promoción acelerada del cambio de dispositivo, agravado por las dificultades logísticas asociadas a la sitaución de pandemia actual, y que, en mi opinión, debería ser gradual.