Agradecemos la oportunidad de contestar los comentarios de Martínez González et al.1 sobre nuestra anterior comunicación2, referente a la detección y descripción de una agrupación de casos de silicosis en jóvenes trabajadores de aglomerados de cuarzo en Chiclana de la Frontera (Cádiz)3. Intentaremos responder a las principales puntualizaciones planteadas, con las limitaciones que imponen la imprecisión de algunas expresiones, que pudieran ser interpretadas con inexactitud por nuestra parte. Es el caso de la calificación de nuestros hallazgos —y de las conclusiones de ellos derivadas— como meras opiniones. Los autores, al basar sus argumentaciones sobre la validez de nuestros resultados únicamente en el grado de adhesión a la Clasificación Internacional de Radiografías de Neumoconiosis de la Organización Internacional del Trabajo, parecen pasar por alto que los diagnósticos se basaron en primer lugar en los resultados anatomopatológicos de 4 biopsias de pulmón realizadas mediante videotoracoscopia. Una vez confirmada por la unidad de anatomía patológica, la existencia de una agrupación de casos o cluster de silicosis se utilizó la tomografía axial computarizada de alta resolución (TACAR) como prueba de confirmación diagnóstica, en enfermos ya sintomáticos, incluyendo 9 con radiografía convencional de tórax (RCT) sin alteraciones (8 de ellos actualmente con diagnóstico de silicosis, de los cuales 2 han evolucionado a silicosis crónica complicada).
En nuestra práctica no se desprecia, para el despistaje y la vigilancia de trabajadores expuestos, la utilidad históricamente demostrada de la RCT. Pero tras la aparición de varios casos muy graves, uno con resultado de defunción y otros 2 en lista de espera para trasplante pulmonar, y en el contexto del cluster descrito, la TACAR, una prueba accesible y con un valor predictivo positivo muy elevado, permitió mejorar la calidad del diagnóstico. En el artículo original3 planteamos el obstáculo encontrado en el sistema de lectura de la RCT, inicialmente normal para algunos pacientes. Al respecto se han descrito limitaciones tales como la alta variabilidad entre evaluadores y la infradetección en el diagnóstico de silicosis4. Por otro lado, la TACAR proporciona una información superior a la RCT, fundamentalmente en las etapas iniciales de la silicosis5, lo que se pudo corroborar con nuestra experiencia. La TACAR ha demostrado ser más sensible y específica en el diagnóstico de silicosis al detectar las primeras opacidades redondeadas subpleurales en lóbulos superiores o ganglios linfáticos mediastínicos, no visibles mediante RCT6. Estas ventajas de la TACAR no son irrelevantes, ya que la detección precoz de un trabajador expuesto permite una intervención más temprana sobre la adecuación del puesto de trabajo y la reducción de las posibilidades de progresión de la enfermedad.
Por los motivos anteriores, resulta impropio tildar como alarmista la publicación de esta serie de casos relacionada con una exposición prevenible y con graves consecuencias para la salud pública, únicamente por no ajustarse a un patrón diagnóstico, no ignorado, sino superado en las condiciones concretas de nuestra investigación clínica. Estamos convencidos de que nuestro estudio, y tanto las reflexiones suscitadas a posteriori como las hipótesis generadas tras los hallazgos iniciales, son éticamente correctos, no presentan conflictos de intereses y responden a las expectativas que la sociedad tiene sobre los científicos. En este sentido, uno de los fines de la publicación era promover sinergias con otros clínicos e investigadores interesados en profundizar tanto en el conocimiento de la enfermedad como en las múltiples intervenciones necesarias para reducir el impacto de esta nueva forma de silicosis de los «marmolistas»7 en nuestro medio, algunas de las cuales ya se han puesto en práctica. Esperamos que estas aclaraciones adicionales sean útiles para avanzar en ambos sentidos.