Para analizar la observancia de las recomendaciones sobre el diagnóstico y el tratamiento del derrame pleural, estudiamos en nuestro centro de forma retrospectiva y sin selección previa 60 pacientes consecutivos diagnosticados de derrame pleural (DP): 30 ingresados en los servicios de medicina interna (MI) y los otros 30 en el de neumología (N). Se analizó un total de 12 variables: tres reflejaban la eficacia de la actuación médica y las nueve restantes el procedimiento diagnóstico y terapéutico llevado a cabo, según las normativas de la American Thoracic Society y el American College of Physicians. El manejo del DP se ajustó en general a las normativas citadas. Existió, sin embargo, un número excesivo de determinaciones analíticas indebidas en el líquido pleural de la primera toracocentesis. Aunque los pacientes de MI eran comparables a los de N en cuanto a edad, sexo y enfermedad crónica asociada, la estancia media fue inferior en N (16 frente a 18 días; p < 0,05), y el porcentaje en que se alcanzó un diagnóstico etiológico al alta en el grupo de N fue superior (el 56 frente al 26%; p < 0,002). De los pacientes sin diagnóstico etiológico, la proporción de los que fueron seguidos al alta fue superior en el grupo N (el 83 frente al 40%; p < 0,001). El resto de las variables analizadas no ofreció diferencias estadísticamente significativas.
Con las limitaciones de todo estudio retrospectivo, estos resultados permiten concluir que en nuestro centro el manejo del DP siguió, en general, las recomendaciones internacionales y que la eficacia diagnóstica fue superior en el servicio de neumología, con una estancia media inferior.
To analyze compliance with recommendations on the diagnosis and treatment of pleural effusion (PE), we conducted a retrospective study of 60 consecutive patients with PE. Thirty had been treated on the internal medicine ward (IM) and 30 had been cared for in the pneumology unit (P). Twelve variables were studied: 3 reflected the efficacy of medical intervention and 9 were related to diagnostic and therapeutic procedures as recommended by the American Thoracic Society and the American College of Physicians. PE was generally managed in accordance with the aforementioned guidelines. However, a number of unnecessary analytical tests were performed on pleural liquid from the flrst thoracocentesis. Although IM patients were comparable to P ward patients as to age, sex and concurrent chronic disease, the mean hospital stay was shorter for P ward patients (16 days versus 18 days in the IM ward, p < 0.05), and the percentage for whom an etiological diagnosis had been achieved upon discharge was higher in the P group (56% of P patients versus 26% of IM patients, p < 0.002). More P group patients than IM patients were followed up after discharge (83% versus 40%, respectively; p < 0.001). There were no significant differences in the remaining variables.
Within the limitations of any retrospective study, these results allow us to conclude that PE is generally managed in accordance with international guidelines at our hospital and that diagnostic efficacy is greater on the pneumology ward, where mean stay is shorter.