In memoriam
Manuel Tapia:
Una gran figura de la Bronconeumología
española
Para todos ha sido un gran impacto el
fallecimiento del doctor Tapia Martínez, en
el día primero de este año. Es verdea.: .:¡;;e
hace ya años, a causa de su salud, estaba
alejado de nuestras actividades; pero desde
la fundación en 19 56 de la Sección Española
de la Asociación Internacional para el
Estudio de los Bronquios hasta 1963, en
que dimitió la presidencia y dejó de asistir,
no sólo fue el presidente, sino uno de los
miembros más activos. Todos recordamos
sus clarividentes intervenciones y sus magníficas
conferencias. Como la mayoría de
los constituyentes de dicha Sección Española,
no fue exclusiva o fundamentalmente
un broncólogo, aunque contribuyó grandemente
al conocimiento de la Patología
bronquial. A lo largo de su vida se enfrentó
con variadas tareas, en cierto modo unas
consecuencias de las otras, que prestan a
su quehacer aspectos diferentes dentro de
una línea general y lógica.
Durante su carrera, seguida en Madrid,
había sido un magnífico estudiante, de
mente lúcida e intenso amor al estudio y
al trabajo. En esta época, aparte de seguir
los cursos con extraordinaria brillantez, dedicó
especial afán al estudio de Anatomía
patológica con Tello, mi padre. y con Ruiz
Arcaute en el Departamento de Autopsias
de la Facultad de Medicina. También a la
práctica de la Clínica con Marañón en el
Hospital Provincial. Entonces éste tenía a
su cargo las Salas de Infecciosos. Allí empezó
el interés de Tapia por las enfermedades
infecciosas. Para completar el conocimiento
de ellas trabajó en Bacteriología,
primero al lado de Tello y después, sobre
todo, al lado de Ruiz Fal có, en la Sección
de Epidemiología del Instituto Nacional de
Higiene. Al acabar la carrera, en 1918,
polarizó su esfuerzo en la Bacteriología y
en la Clínica de enfermedanes infecciosas,
trabajando en e! Hospital Provincial por la
mañana y en el Instituto Nacional de Higiene
por las tardes. Pronto descolló en
ambos campos, que se complementaban.
Dentro del Instituto Nacional de Higiene,
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dirigido hasta 1920 por Cajal y después
por Tello, con un equipo de figuras espléndidas.
como Falcó, lllera, Ramón y Fañan
as, Arcaute, Obdulio Fernández, Julio
Blanco, García lzcara, Pittaluga, De Buen,
Partearroyo, Garmendia, Ortiz de Landázuri,
Jesús Jiménez y Gil y Gil y otros muchos,
Tapia, a pesar de su juventud, pronto fue
de los más destacados. En esta época trabajó
con afán y relieve en distintos Servicios
de la Sección de Bacteriología y Epidemiología.
Estuvo especialmente encargado
del Servicio de Difteria y Suero Antidiftérico.
Asistió, con Falcó y Julio Blanco, a
brotes de tifus exantemático en la lona
occidental de Andalucía y de Galicia. Aparte
de varios trabajos, fruto de aquella labor
fue un libro sobre tifus exantemático, en
colaboración con Julio Blanco. y otro sobre
profilaxis de la difteria. Hacia el año 1923
estuvo trabajando pensionado .en el Instituto
Serológico de Copenhague y una breve
temporada en el de Frankfort.
Por su trabajo, también destacado, en la
Clínica de Infecciosos con Marañón, cuando
el director general de Sanidad, doctor Martín
Salazar, decide construir el Hospital
Nacional de Enfermedades Infecciosas, el
Hospital del Rey, nombrando director a
Marañón, éste designa a Manuel Tapia
como jefe clínico. En 1924, cuando está
finalizándose su construcción, surgen profundas
discrepancias, por asuntos extramédkos,
entre el ministro de la Gobernación
y Marañón, siendo éste separado de la
dirección del Hospital del Rey. La Administración
decide sacar las plazas a oposición.
En una primera convocatoria, a pesar de
haberse presentado varios opositores, queda
vacante la dirección. Tapia era la persona
idónea para tal cargo. Pero por lealtad a
Marañón, esp~ndo que el conflicto se
solucionase, no intervino en la primera convocatoria
y se resistía a presentarse a la
segunda. Dos personas influyeron sobre él
de modo fundamental para que lo hiciera.
Tello le presionó, utilizando la devoción de
Tapia hacia él, por la importancia que para
la nación, y especialmente para la Sanidad,
tenía el que se encargase del naciente
Hospital de Enfermedades Infecciosas un
clínico que realmente estuviese dedicado a
ellas. conociera a fondo la Bacteriología y
estuviera versado en Anatomía . patológica.
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La otra fue el mismo Marañón, patentizando
a Tapia su satisfacción porque fuese su
sustituto.
Las condiciones de Tapia se impusieron
en la concurrencia con un eminente clínico
de la Medicina interna. y en 1925, a los
treinta años, fue nombrado director del
Hospital Nacional de Enfermedades Infecciosas.
Realmente, su trabajo allí fue breve: de
1925 a 1936. Pero fue intenso y de gran
realce. Organizó un hospital moderno, que
destacaba con mucho sobre lo que había
entonces en Madrid. Los enfermos infecciosos
eran estudiados exhaustiva y profundamente.
Muchos médicos jóvenes, clínicos y
bacteriólogos, le prestaron su concurso, y el
equipo conseguido a los cinco años de
trabajo era realmente bueno. Estuvo pensionado
por la Fundación Rockefeller en
una estancia de varios meses para trabajar
en los Servicios Infecciosos de Baltimore,
Nueva York y Boston. Ello le ayudó en la
organización de su Hospital. En aquellos
años era probablemente el Servicio donde
se llevaba de modo más completo las historias.
La atención que recibían los enfermos,
para aquellos años y en un hospital
español, era extraordinaria. Se dedicó con
pasión y energía a la enseñanza de la clínica
de los procesos infecciosos. Su magisterio
se realizó, sobre todo, junto a la cama
del enfermo. discutiendo con los médicos
asistentes historia. exploración, datos del
laboratorio y otros complementarios. Por
ello, la visita a las camas de enfermos
duraban cerca de tres horas diarias. También
se dieron cursos cortos. En el año
1933 se completó con sesiones clínicas en
una pequeña aula. Era además profesor de
la Clínica de Enfermedades Infecciosas de
la Escuela Nacional de Sanidad . . Pronto fue
considerado como el mejor conocedor en
España de las enfermedades infecciosas.
Yo había seguido desde niño la trayectoria
de Manuel Tapia. Era en su juventud
una persona viva y simpática. Muy afectuosa
con niños y jóvenes. En 1931, al acabar
mi carrera, empecé a ir al Hospital del
Rey, proyectando una breve estancia para
aumentar mis conocimientos biológicos y
clínicos. Pero el ambiente del Hospital y,
sobre todo, el influjo de Tapia me decidieron
a quedarme. Allí estuve hasta 1935, en
que marché pensionado a Alemania, separándome
del Hospital a mi vuelta, en mayo
de 1936. En esos años, Tapia y los médicos
del Hospital dedicamos una gran parte
del esfuerzo al estudio de la tuberculosis.
Allí, coincidiendo con las observaciones
dispensariales y anatomopatológicas de los
alemanes, principalmente, y de los escandinavos,
se cambió el concepto de la antigua
Tisiología por el concepto de una enfermedad
cíclica, cambiante y multifacética
a la vez. La atención de Tapia y de buena
parte de nosotros se dirigió al estudio de
las formas agudas, granulias, infiltrados,
pleuritis y neumonías. Le acompañamos,
fundamentalmente, Pedro Zarco, Torres
Gost, Baquero, Carlos Diez, Navarro Gutiérrez,
Merino Hompanera, Merino Zumárraga,
Alvaro Urgoiti. Calonge, González Gil.
Bustinza, Jordá, Tapia Sanz, Sobrini Ortiz de
Landázuri y yo. Episódicamente, otros muchos,
entre los que recuerdo a Carlán,
Bozal y Mínguez. Se empezó a hacer un
cuidadoso estudio radiográfico y una detallada
valoración clínica para la interpretación
de la evolución del proceso. Sobre
todo, una detallada comparación con las
piezas anatómicas. En los primeros años
del Hospital, el mismo Tapia había sido el
anatomopatólogo. A mi incorporación al
Hospital, lo fui yo durante un breve período
de tiempo, iniciando la fijación por inyección
de los pulmones y los cortes seriados
en bloque de ambos pulmones y
corazón. En 1933 se hizo· cargo del Departamento
de Anatomía Patológica, ampliando
· su cometido, Ramón Marttnez Pérez,
que en 1940 pasó a desempeñar la Cátedra
en Zaragoza.
La otra tarea que sE! emprendió por entonces
bajo la inspiración de Tapia fue
diferenciar las alteraciones pulmonares no
tuberculosas de las producidas por dicha
etiología. Se estudiaron las alteraciones
respiratorias de la tos ferina, sarampión,
gripe, bronquiectasias, infiltrados fugaces,
etcétera.
Fueron diez años realmente fructuosos
en los que se aumentaron grandemente los
conocimientos sobre las enfermedades infecciosas
y, muy fundamentalmente, de la
tuberculosis. Se produjeron gran número de
trabajos, principalmente por él, y varias
monografías. Gran parte de las publicaciones
fueron recogidas en forma de tomo
anual en los "Trabajos del Hospital Nacional
de Enfermedades Infecciosas". Se formaron
numerosos discípulos, varios de los
cuales a su vez han sido auténticos maestros.
La Guerra Civil trunca esta marcha. En
octubre de 1936, Tapia marcha a París. En
1937 es invitado a dar un Curso de Tuberculosis
en la Estancia Sanatorial de Caramulo,
genial creación de un tisiólogo práctico
portugués, el doctor Jerónimo Lacerda.
Pero se queda allí como director científico.
También allí realiza una gran tarea. Vuelve
a ser un gran maestro y surgen numerosos
discípulos portugueses de valía indiscutible:
f-iort.a Vale, Soares de Oliveira, Neves, Pizarra,
JaG> Lacerda, Veloso, el español Menéndez,
y otros que se desplazan a Caramulo
para seguir sus enseñanzas. Allí, en
1943, realiza ur:a publicación fundamental,
su libro " Formas anatomoclínicas de ia
tuberculosis pulmonar", reeditado y corregido
posteriormente. En 1949 edita su
otro gran libro, "Formas anatomoclínicas de
la tuberculosis traqueobronquial" . También
fundó los "Archivos de Ti siolo_gía". Además
publicó numerosas monografías y otros libros.
El fallo que sentía en Caramulo era la
falta de necropsias y de estudios anatomopatológicos.
En 195 1 visité la Estancia Sanatorial de
Caramulo y pude comprobar el afecto y la
gran consideración científica que inspiraba
no sólo entre los médicos de la Estancia,
sino entre los médicos de todo Portugal, el
pueblo y la sociedad distinguida. Oliveira
Salazar le dedicó una cordial y especial
amistad.
A pesar del afecto que le rodeaba, del
agrado de su vida en Portugal y de la
satisfacción de su actividad, le atraen el
cariño y la pasión por España. En 194 7
empezó a simultanear temporadas en Madrid
con su trabajo en Caramulo. Posteriormente,
continúa ampliando sus estancias
en Madrid y organizó una consulta privada,
teniendo como colaborador en ella a Luis
Cerezo. Afluyen de nuevo los enfermos,
deseosos de ser atendidos por él o de
consultar su opinión. Pero la salud, inestable
hace ya muchos años, condicionaba una
limitación.
Desde 194 7 a 1963 dio varias conferen-
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cias en distintos sitios de España, asistió a
varios congresos y reuniones y dio algún
curso corto en el Aula del Instituto de
Patologla Médica, dirigido por Marañón.
Todo ello lo realizó teniendo durante más
de treinta y cinco años una salud precaria,
sufriendo varios y graves procesos abdominales
y torácicos, siendo interve.nido quirúrgicamente
creo que hasta ocho veces. El
ferviente espíritu de Tapia por su trabajo
médico se sobreponla a estos graves contratiempos
continuando con la misma intensidad
su tarea. Tuvo una mente muy
lúcida y una gran inteligencia que transformaba
en quehacer fecundo su apasionada
forma de ser. Su inquietud y su curiosidad
abarcaban un enorme campo y se mantuvieron
alerta. Cuando en la segunda mitad
de los años cincuenta empezamos a intentar
una orientación hacia una base fisiológica
de la Patología respiratoria y comen-
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zamos a realizarla en mi grupo de trabaío,
me manifestaba su pena por no poder participar
en ello.
Manuel Tapia, del cual nos enorgullecemos
como miembro de honor nuestro, ha
sido en verdad maestro directo o indirecto
de la gran mayorla de los neumólogos españoles.
Su contribución personal al conocimiento,
sobre todo, de la evolución de la
tuberculosis, especialmente de la pulmonar,
ha sido notable e importante.
A su viuda, Carola Bengurla, que fue su
compañera constante durante su vida, rodeándole
de una atmósfera hogareña de
tranquilidad y amor, y que fue su sostén en
la precaria salud de él, los miembros de la
Sociedad Española de Patología Respiratoria
le expresamos nuestro afecto y dolc;>r.
Francisco Tallo Valdlvieso