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Vol. 8. Issue 1.
Pages 11-18 (January 1971)
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Manuel Tapia: Una gran figura de la bronconeumología española
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Francisco Tello Valdlviesoa
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In memoriam

Manuel Tapia:

Una gran figura de la Bronconeumología

española

Para todos ha sido un gran impacto el

fallecimiento del doctor Tapia Martínez, en

el día primero de este año. Es verdea.: .:¡;;e

hace ya años, a causa de su salud, estaba

alejado de nuestras actividades; pero desde

la fundación en 19 56 de la Sección Española

de la Asociación Internacional para el

Estudio de los Bronquios hasta 1963, en

que dimitió la presidencia y dejó de asistir,

no sólo fue el presidente, sino uno de los

miembros más activos. Todos recordamos

sus clarividentes intervenciones y sus magníficas

conferencias. Como la mayoría de

los constituyentes de dicha Sección Española,

no fue exclusiva o fundamentalmente

un broncólogo, aunque contribuyó grandemente

al conocimiento de la Patología

bronquial. A lo largo de su vida se enfrentó

con variadas tareas, en cierto modo unas

consecuencias de las otras, que prestan a

su quehacer aspectos diferentes dentro de

una línea general y lógica.

Durante su carrera, seguida en Madrid,

había sido un magnífico estudiante, de

mente lúcida e intenso amor al estudio y

al trabajo. En esta época, aparte de seguir

los cursos con extraordinaria brillantez, dedicó

especial afán al estudio de Anatomía

patológica con Tello, mi padre. y con Ruiz

Arcaute en el Departamento de Autopsias

de la Facultad de Medicina. También a la

práctica de la Clínica con Marañón en el

Hospital Provincial. Entonces éste tenía a

su cargo las Salas de Infecciosos. Allí empezó

el interés de Tapia por las enfermedades

infecciosas. Para completar el conocimiento

de ellas trabajó en Bacteriología,

primero al lado de Tello y después, sobre

todo, al lado de Ruiz Fal có, en la Sección

de Epidemiología del Instituto Nacional de

Higiene. Al acabar la carrera, en 1918,

polarizó su esfuerzo en la Bacteriología y

en la Clínica de enfermedanes infecciosas,

trabajando en e! Hospital Provincial por la

mañana y en el Instituto Nacional de Higiene

por las tardes. Pronto descolló en

ambos campos, que se complementaban.

Dentro del Instituto Nacional de Higiene,

11

l

dirigido hasta 1920 por Cajal y después

por Tello, con un equipo de figuras espléndidas.

como Falcó, lllera, Ramón y Fañan

as, Arcaute, Obdulio Fernández, Julio

Blanco, García lzcara, Pittaluga, De Buen,

Partearroyo, Garmendia, Ortiz de Landázuri,

Jesús Jiménez y Gil y Gil y otros muchos,

Tapia, a pesar de su juventud, pronto fue

de los más destacados. En esta época trabajó

con afán y relieve en distintos Servicios

de la Sección de Bacteriología y Epidemiología.

Estuvo especialmente encargado

del Servicio de Difteria y Suero Antidiftérico.

Asistió, con Falcó y Julio Blanco, a

brotes de tifus exantemático en la lona

occidental de Andalucía y de Galicia. Aparte

de varios trabajos, fruto de aquella labor

fue un libro sobre tifus exantemático, en

colaboración con Julio Blanco. y otro sobre

profilaxis de la difteria. Hacia el año 1923

estuvo trabajando pensionado .en el Instituto

Serológico de Copenhague y una breve

temporada en el de Frankfort.

Por su trabajo, también destacado, en la

Clínica de Infecciosos con Marañón, cuando

el director general de Sanidad, doctor Martín

Salazar, decide construir el Hospital

Nacional de Enfermedades Infecciosas, el

Hospital del Rey, nombrando director a

Marañón, éste designa a Manuel Tapia

como jefe clínico. En 1924, cuando está

finalizándose su construcción, surgen profundas

discrepancias, por asuntos extramédkos,

entre el ministro de la Gobernación

y Marañón, siendo éste separado de la

dirección del Hospital del Rey. La Administración

decide sacar las plazas a oposición.

En una primera convocatoria, a pesar de

haberse presentado varios opositores, queda

vacante la dirección. Tapia era la persona

idónea para tal cargo. Pero por lealtad a

Marañón, esp~ndo que el conflicto se

solucionase, no intervino en la primera convocatoria

y se resistía a presentarse a la

segunda. Dos personas influyeron sobre él

de modo fundamental para que lo hiciera.

Tello le presionó, utilizando la devoción de

Tapia hacia él, por la importancia que para

la nación, y especialmente para la Sanidad,

tenía el que se encargase del naciente

Hospital de Enfermedades Infecciosas un

clínico que realmente estuviese dedicado a

ellas. conociera a fondo la Bacteriología y

estuviera versado en Anatomía . patológica.

12

La otra fue el mismo Marañón, patentizando

a Tapia su satisfacción porque fuese su

sustituto.

Las condiciones de Tapia se impusieron

en la concurrencia con un eminente clínico

de la Medicina interna. y en 1925, a los

treinta años, fue nombrado director del

Hospital Nacional de Enfermedades Infecciosas.

Realmente, su trabajo allí fue breve: de

1925 a 1936. Pero fue intenso y de gran

realce. Organizó un hospital moderno, que

destacaba con mucho sobre lo que había

entonces en Madrid. Los enfermos infecciosos

eran estudiados exhaustiva y profundamente.

Muchos médicos jóvenes, clínicos y

bacteriólogos, le prestaron su concurso, y el

equipo conseguido a los cinco años de

trabajo era realmente bueno. Estuvo pensionado

por la Fundación Rockefeller en

una estancia de varios meses para trabajar

en los Servicios Infecciosos de Baltimore,

Nueva York y Boston. Ello le ayudó en la

organización de su Hospital. En aquellos

años era probablemente el Servicio donde

se llevaba de modo más completo las historias.

La atención que recibían los enfermos,

para aquellos años y en un hospital

español, era extraordinaria. Se dedicó con

pasión y energía a la enseñanza de la clínica

de los procesos infecciosos. Su magisterio

se realizó, sobre todo, junto a la cama

del enfermo. discutiendo con los médicos

asistentes historia. exploración, datos del

laboratorio y otros complementarios. Por

ello, la visita a las camas de enfermos

duraban cerca de tres horas diarias. También

se dieron cursos cortos. En el año

1933 se completó con sesiones clínicas en

una pequeña aula. Era además profesor de

la Clínica de Enfermedades Infecciosas de

la Escuela Nacional de Sanidad . . Pronto fue

considerado como el mejor conocedor en

España de las enfermedades infecciosas.

Yo había seguido desde niño la trayectoria

de Manuel Tapia. Era en su juventud

una persona viva y simpática. Muy afectuosa

con niños y jóvenes. En 1931, al acabar

mi carrera, empecé a ir al Hospital del

Rey, proyectando una breve estancia para

aumentar mis conocimientos biológicos y

clínicos. Pero el ambiente del Hospital y,

sobre todo, el influjo de Tapia me decidieron

a quedarme. Allí estuve hasta 1935, en

que marché pensionado a Alemania, separándome

del Hospital a mi vuelta, en mayo

de 1936. En esos años, Tapia y los médicos

del Hospital dedicamos una gran parte

del esfuerzo al estudio de la tuberculosis.

Allí, coincidiendo con las observaciones

dispensariales y anatomopatológicas de los

alemanes, principalmente, y de los escandinavos,

se cambió el concepto de la antigua

Tisiología por el concepto de una enfermedad

cíclica, cambiante y multifacética

a la vez. La atención de Tapia y de buena

parte de nosotros se dirigió al estudio de

las formas agudas, granulias, infiltrados,

pleuritis y neumonías. Le acompañamos,

fundamentalmente, Pedro Zarco, Torres

Gost, Baquero, Carlos Diez, Navarro Gutiérrez,

Merino Hompanera, Merino Zumárraga,

Alvaro Urgoiti. Calonge, González Gil.

Bustinza, Jordá, Tapia Sanz, Sobrini Ortiz de

Landázuri y yo. Episódicamente, otros muchos,

entre los que recuerdo a Carlán,

Bozal y Mínguez. Se empezó a hacer un

cuidadoso estudio radiográfico y una detallada

valoración clínica para la interpretación

de la evolución del proceso. Sobre

todo, una detallada comparación con las

piezas anatómicas. En los primeros años

del Hospital, el mismo Tapia había sido el

anatomopatólogo. A mi incorporación al

Hospital, lo fui yo durante un breve período

de tiempo, iniciando la fijación por inyección

de los pulmones y los cortes seriados

en bloque de ambos pulmones y

corazón. En 1933 se hizo· cargo del Departamento

de Anatomía Patológica, ampliando

· su cometido, Ramón Marttnez Pérez,

que en 1940 pasó a desempeñar la Cátedra

en Zaragoza.

La otra tarea que sE! emprendió por entonces

bajo la inspiración de Tapia fue

diferenciar las alteraciones pulmonares no

tuberculosas de las producidas por dicha

etiología. Se estudiaron las alteraciones

respiratorias de la tos ferina, sarampión,

gripe, bronquiectasias, infiltrados fugaces,

etcétera.

Fueron diez años realmente fructuosos

en los que se aumentaron grandemente los

conocimientos sobre las enfermedades infecciosas

y, muy fundamentalmente, de la

tuberculosis. Se produjeron gran número de

trabajos, principalmente por él, y varias

monografías. Gran parte de las publicaciones

fueron recogidas en forma de tomo

anual en los "Trabajos del Hospital Nacional

de Enfermedades Infecciosas". Se formaron

numerosos discípulos, varios de los

cuales a su vez han sido auténticos maestros.

La Guerra Civil trunca esta marcha. En

octubre de 1936, Tapia marcha a París. En

1937 es invitado a dar un Curso de Tuberculosis

en la Estancia Sanatorial de Caramulo,

genial creación de un tisiólogo práctico

portugués, el doctor Jerónimo Lacerda.

Pero se queda allí como director científico.

También allí realiza una gran tarea. Vuelve

a ser un gran maestro y surgen numerosos

discípulos portugueses de valía indiscutible:

f-iort.a Vale, Soares de Oliveira, Neves, Pizarra,

JaG> Lacerda, Veloso, el español Menéndez,

y otros que se desplazan a Caramulo

para seguir sus enseñanzas. Allí, en

1943, realiza ur:a publicación fundamental,

su libro " Formas anatomoclínicas de ia

tuberculosis pulmonar", reeditado y corregido

posteriormente. En 1949 edita su

otro gran libro, "Formas anatomoclínicas de

la tuberculosis traqueobronquial" . También

fundó los "Archivos de Ti siolo_gía". Además

publicó numerosas monografías y otros libros.

El fallo que sentía en Caramulo era la

falta de necropsias y de estudios anatomopatológicos.

En 195 1 visité la Estancia Sanatorial de

Caramulo y pude comprobar el afecto y la

gran consideración científica que inspiraba

no sólo entre los médicos de la Estancia,

sino entre los médicos de todo Portugal, el

pueblo y la sociedad distinguida. Oliveira

Salazar le dedicó una cordial y especial

amistad.

A pesar del afecto que le rodeaba, del

agrado de su vida en Portugal y de la

satisfacción de su actividad, le atraen el

cariño y la pasión por España. En 194 7

empezó a simultanear temporadas en Madrid

con su trabajo en Caramulo. Posteriormente,

continúa ampliando sus estancias

en Madrid y organizó una consulta privada,

teniendo como colaborador en ella a Luis

Cerezo. Afluyen de nuevo los enfermos,

deseosos de ser atendidos por él o de

consultar su opinión. Pero la salud, inestable

hace ya muchos años, condicionaba una

limitación.

Desde 194 7 a 1963 dio varias conferen-

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cias en distintos sitios de España, asistió a

varios congresos y reuniones y dio algún

curso corto en el Aula del Instituto de

Patologla Médica, dirigido por Marañón.

Todo ello lo realizó teniendo durante más

de treinta y cinco años una salud precaria,

sufriendo varios y graves procesos abdominales

y torácicos, siendo interve.nido quirúrgicamente

creo que hasta ocho veces. El

ferviente espíritu de Tapia por su trabajo

médico se sobreponla a estos graves contratiempos

continuando con la misma intensidad

su tarea. Tuvo una mente muy

lúcida y una gran inteligencia que transformaba

en quehacer fecundo su apasionada

forma de ser. Su inquietud y su curiosidad

abarcaban un enorme campo y se mantuvieron

alerta. Cuando en la segunda mitad

de los años cincuenta empezamos a intentar

una orientación hacia una base fisiológica

de la Patología respiratoria y comen-

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zamos a realizarla en mi grupo de trabaío,

me manifestaba su pena por no poder participar

en ello.

Manuel Tapia, del cual nos enorgullecemos

como miembro de honor nuestro, ha

sido en verdad maestro directo o indirecto

de la gran mayorla de los neumólogos españoles.

Su contribución personal al conocimiento,

sobre todo, de la evolución de la

tuberculosis, especialmente de la pulmonar,

ha sido notable e importante.

A su viuda, Carola Bengurla, que fue su

compañera constante durante su vida, rodeándole

de una atmósfera hogareña de

tranquilidad y amor, y que fue su sostén en

la precaria salud de él, los miembros de la

Sociedad Española de Patología Respiratoria

le expresamos nuestro afecto y dolc;>r.

Francisco Tallo Valdlvieso

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