Recientemente la Organización Mundial de la Salud (OMS)1 ha publicado un documento escalofriante en el que se revisan otros efectos del tabaco sobre la población relacionados con el cultivo, curado, producción, transporte y distribución, tabaco de tercera (TTM) y de cuarta mano (TCM)]2,3. En el artículo 18 del Convenio Marco de la OMS para el Control del Tabaco4 se nos dice que «En cumplimiento de sus obligaciones establecidas en el presente Convenio, las Partes acuerdan prestar debida atención a la protección ambiental y a la salud de las personas en relación con el medio ambiente por lo que respecta al cultivo de tabaco y a la fabricación de productos de tabaco, en sus respectivos territorios» siendo este el motivo de preparar este exhaustivo informe1.
Las plantaciones del tabaco y su curado posterior tienen un innegable impacto sobre el terreno y la agricultura: generalmente crecen sin rotación con otros cultivos, haciendo a las plantas y al suelo vulnerables a una variedad de plagas y enfermedades5. La planta para su crecimiento requiere de cantidades importantes de productos químicos y reguladores del crecimiento lo que acaba siendo nocivo para el medio ambiente y la salud de los granjeros favoreciendo el empobrecimiento del suelo6. Los bosques son sustituidos por tabaco y son empleados para el curado de las hojas. Se ha estimado que son necesarias unas 11,4 toneladas métricas al año de bosque para el curado del tabaco7, y una vez que el tabaco es producido se necesita aún más para el empaquetado y el papel de cada cigarrillo. La deforestación, en definitiva, contribuye a un aumento de las emisiones de CO2 y al cambio climático, así como a una pérdida de biodiversidad, desertización, aumentando la erosión del suelo, disminuyendo su fertilidad y producción, y alterando así el ciclo del agua. Es decir, tanto el cultivo del tabaco como su curado se encuentran asociados a una agricultura destructiva para el medio ambiente en países pobres y en vías de desarrollo, ya que, aunque pueda reportar algún beneficio a los granjeros y comunidades locales estos se ven totalmente sobrepasados por las pérdidas en recursos1. Existen datos que demuestran que las granjas dedicadas al cultivo de tabaco son menos rentables8. El uso de pesticidas, como el diclorodifeniltricloroetano, y otros 11 contaminantes orgánicos persistentes, prohibidos en los países desarrollados, favorecen el desarrollo de problemas de salud tras una exposición crónica (incluso en aquellos que no lo trabajen directamente)5,9, como trastornos en el nacimiento, tumores, cambios genéticos, desórdenes endocrinos, sanguíneos, neurológicos y psiquiátricos9. Incluso una exposición mantenida a la planta del tabaco y su nicotina a través de la piel produce la enfermedad del tabaco verde, que se caracteriza por náuseas, vómitos, cefalea, debilidad muscular y vértigo9.
La manufactura y distribución del tabaco contribuyen claramente a la contaminación, tanto sólida como química del medio ambiente1, precisamente las empresas tabaqueras han reconocido que la manufactura es el paso más contaminante para el medio ambiente en la producción del tabaco10. Por ello, existen reticencias en aportar datos sobre este tema: se informa de forma elemental de las emisiones equivalentes anuales de CO2, consumo de agua y su contaminación, toneladas de basura sólida y peligrosa vertidas al vertedero, y porcentaje de basura reciclada1. Entregar datos básicos de lo anterior no significa colaborar, más bien significa el poner una barrera que dificulta la evaluación del impacto real de la manufactura. La manufactura, en definitiva, consume gran cantidad de recursos naturales y humanos y emplea contaminantes como pesticidas, productos químicos, hielo seco, agentes decolorantes, acetatos, papel, plásticos, cartón y aluminio, y además genera enfermedades1.
El llamado TTM, no es más que los residuos químicos en un ambiente cerrado del tabaco de segunda mano (TSM) (corriente secundaria) acumulados sobre el polvo, superficies, objetos, cortinas, etc. Tienen un efecto sobre el entorno y la calidad del aire cuando reacciona con oxidantes y otros componentes del ambiente logrando contaminantes secundarios11, manteniéndose dicha polución incluso hasta 6 meses después de dejar de fumar12. Se han encontrado como componentes del TTM nitrosaminas, metales tóxicos, alcaloides, productos de combustión orgánica, y componentes volátiles orgánicos, pudiéndose hacer más tóxicos con el tiempo formando nitrosaminas (NNA) que no se encontraban en el TSM, incluso la nicotina reacciona con el ácido nitroso, contaminante habitual de interiores y de exteriores, creando nuevas nitrosaminas (NNK), o con el ozono formando un aerosol orgánico secundario en el rango de partículas ultrafinas1. La población más vulnerable al TTM son los niños debido a su inmadurez inmunológica, desarrollo incompleto y tiempo de exposición al TTM. En nuestro país se ha demostrado un aumento del riesgo de cáncer en niños sometidos al TTM13. El TTM contamina igualmente entornos abiertos. Aumenta la preocupación por los denominados «contaminantes emergentes» demostrándose la aparición en vertederos de prescripciones farmacéuticas y no farmacéuticas, sustancias químicas industriales y de los hogares, esteroides y esteroles de plantas además de nicotina y cotinina14. La nicotina y sus productos de degradación son componentes habituales de las aguas residuales domésticas habiéndose propuesto su medición como un marcador de descarga de dichas aguas, así como una pista del patrón de consumo de nicotina15. Los productos químicos del tabaco pueden persistir tras el tratamiento de las aguas en plantas de reciclaje14.
En cuanto al TCM, hasta 2/3 de las colillas acaban en el medio ambiente1. Pero, no es solo el volumen de estos residuos el problema, sino también los productos químicos tóxicos que contienen. Esta basura tóxica termina en nuestras calles, nuestros desagües, nuestra agua y en el mar2,3, contaminándolo todo.
El informe aporta suficiente evidencia de que el tabaco es el causante de un daño importante sobre el medio ambiente, aunque, tanto los consumidores, como los responsables de políticas ambientales e incluso los fumadores no reconocen su impacto, no existiendo, por ello, estrategias definitivas y mantenidas para luchar contra este efecto ambiental. La toma de conciencia de esto es quizás la acción más importante que se debe emprender. Todo lo anterior es un motivo más añadido para mantenernos activos en la lucha contra el tabaco.