El término pulmón destruido define las grandes destrucciones parenquimatosas consecutivas a enfermedades pulmonares generalmente infecciosas, de las que la más frecuente continúa siendo la tuberculosis. Ciertas supuraciones no específicas pueden conducir a secuelas idénticas.
Estos pulmones destruidos pueden persistir asintomáticos, pero, por lo general, a los diez años de su inicio se manifiestan por ciertos trastornos: disnea progresiva con insuficiencia respiratoria irreductible, infecciones pulmonares recidivantes, hemoptisis de repetición en ocasiones cataclísmicas, infección aspergilar, etc.
El aspecto radiológico de estos pulmones lo constituyen: opacidades con cavidades única o múltiples y de tamaño variable. La patogenia de las hemoptisis consiste en el desarrollo alrededor de la zona destructiva de circulación sistémica bronquial o parietal, que con la anatomosis sistémico-pulmonares crean distensión de capilares o entrada de sangre a contracorriente en la arteria pulmonar.
Es la importancia de la hemoptisis, la frecuencia de las infecciones y el aspergiloma lo que condicionan la exéresis pulmonar. La embolización de las arterias bronquiales es menos agresiva y cabe considerarla cuando la hemoptisis es el síntoma fundamental.
Puede relacionarse a este pulmón destruido el que acompaña a dilataciones bronquiales extensas sacciformes.