La espirometría forzada (EF) es una prueba esencial en el diagnóstico, monitorización y manejo de las enfermedades respiratorias, así mismo, la reducción de la Capacidad Vital Forzada (FVC) se ha relacionado con mayor mortalidad en cáncer, patologías cardiacas1 y menor supervivencia en adultos sin sintomatología o enfermedad respiratoria2,3, lo que demuestra que John Hutchinson en 1846, no iba nada desencaminado cuando definió este parámetro como capacidad “Vital”.
Las enfermedades respiratorias que cursan con obstrucción de la vía aérea, especialmente la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y el asma, son enormemente prevalentes. A pesar de su morbimortalidad y el importante consumo de recursos que ésta conlleva, ambas enfermedades están infra diagnosticadas, llegándose en la EPOC a cifras superiores al 70% como recoge un reciente estudio en nuestro país4.
El diagnóstico de la EPOC se basa en la detección de obstrucción de la vía aérea y para ello uno de los instrumentos más útiles es implementación de la EF a nivel de la Atención Primaria (AP). Diversos estudios demuestran de la utilidad de la EF en la detección de sujetos de alto riesgo de desarrollar EPOC5,6, sin embargo pocos analizan el impacto de la realización de la EF en el tratamiento de la EPOC7, en este número de Archivos de Bronconeumología Monteagudo M et al8 analizan el impacto de la realización de la EF en la práctica clínica habitual de la EPOC en Atención Primaria y como ésta influye en su tratamiento. Este estudio transversal y observacional intervienen 21 centros con una participación de 801 pacientes de los cuales solo se dispuso de un 53% de la EF y de ésta solo del FEV1, lo que imposibilita estratificar de forma correcta a los pacientes en grados de severidad, siendo una limitación como así reconocen los autores del estudio.
Nuevamente se revela la infrautilización de la EF en el diagnóstico y seguimiento de la EPOC, solo a la mitad de los pacientes se les confirmó la EPOC utilizando la espirometría forzada y se evidenció una gran variabilidad en su uso entre los 21 centros que participaron en el estudio. Esta gran diversidad también se estudió en la auditoria que Pellicer et al9 realizó en 10 hospitales de la Comunidad de Valencia y en los que figuraban el diagnóstico de EPOC, el 54% de los pacientes con diagnóstico de EPOC no tenían espirometría forzada al alta hospitalaria, así mismo este estudio pone de manifiesto que el diagnóstico de EPOC en el entorno hospitalario no cumple el estándar mínimo de calidad asistencial aceptable y constata que existen amplias diferencias en el manejo diagnóstico de esta enfermedad entre los diversos especialistas y niveles asistenciales.
Monteagudo M et al8 asoció el uso de EF a un mayor control de los pacientes, sin embargo no se asoció con un abordaje integral de la enfermedad como recomiendan las guías clínicas. Los pacientes con EF presentaban más registros de exacerbaciones y agudizaciones pero, sin embargo, un menor número de ingresos hospitalarios lo que podría explicarse como apuntan los autores por un mejor seguimiento y registro de este grupo de pacientes. La mayoría de los pacientes fueron controlados por su médico de Atención Primaria y un 35% realizaron controles con profesionales de enfermería. Se constató que el ser visitado por un neumólogo y/o enfermera se asociaba positivamente con tener EF de seguimiento.
Otro aspecto a destacar es que el 38% de los pacientes fumadores no habían recibido ningún consejo antitabaco y que estos realizaban menos espirometrías de seguimiento, aun mayor es el bajo porcentaje de pacientes que recibían consejos de “vida saludable” como dieta, ejercicio, etc. Cuando los autores evaluaron el tratamiento, constataron una mayor utilización de los β-2-adrenérgicos de corta duración en los pacientes sin espirometría (60 vs 52%) y un (70 vs 63%) en el uso de los glucocorticoides. Los autores no pudieron analizar la calidad de la EF, y hay que destacar que en muchos casos solo se registra el FEV1, además cada espirómetro utilizó sus propios valores de referencia y no aportan datos de si se efectuaba algún tipo de control de calidad de la EF, todo ello pone en evidencia que dista mucho, como destacan los autores, de cumplir los estándares de calidad asistencial de la EPOC10.
A pesar de las que las guías clínicas nacionales11 e internacionales12 recomiendan la utilización de la espirometría forzada como diagnóstico de EPOC, ésta no sólo está infrautilizada en todos los ámbitos sanitarios, sino que muchas veces no se recoge adecuadamente como demuestra el estudio de Monteagudo M et al8 en las que no se pudieron recolectar los valores mínimos de la espirometría forzada (FVC, FEV1 y cociente FEV1/FVC) ni tampoco datos correspondientes a la broncodilatadora, desconociéndose muchas veces los valores de referencia utilizados y recogiéndose solo valores porcentuales del FEV1.
El reto sanitario es el diagnóstico precoz de las enfermedades respiratorias y en especial las más prevalentes como la EPOC y el asma, la diseminación de la espirometría de calidad es un objetivo alcanzable en un futuro no muy lejano, pero se han de implementar controles de calidad que nos permitan hacer de la EF una exploración fiable a la que se pueda acceder tanto a sus datos numéricos como gráficos y que hagan compatibles la calidad y el uso extensivo de esta en todos los ámbitos sanitarios.
El impacto creciente de las tecnologías de la información y comunicación (TIC) en medicina, son una realidad y no cabe duda que la espirometría no será ajena a estos cambios tecnológicos13, es preciso que la espirometría esté en la historia clínica como se merece, por historia y utilidad clínica, solo integrando la función pulmonar en los registros informáticos podremos garantizar un adecuado control de calidad y una expansión de la espirometría como instrumento básico de evaluación de la salud.